Pese al éxito de la cuarentena, que logró achatar la curva de contagio en todo el país, el coronavirus sigue expandiéndose en los barrios más vulnerables. Ayer murió Ramona, vecina de la Villa 31, quien había denunciado al Gobierno porteño por abandonar al barrio.

El Ministerio de Salud de la Nación reportó ayer diez fallecidos y 263 nuevos casos de coronavirus. Además, como se viene repitiendo en los últimos días, más de quince provincias no registran nuevos contagios, lo que demuestra la efectividad del aislamiento social y preventivo que se viene cumpliendo, con distintas flexibilizaciones, desde el 20 de marzo pasado.

Como ya explicaron las autoridades sanitarias, los distritos donde hay mayores infectados son los grandes conglomerados y las ciudades a donde se confirmaron los primeros casos importados. Cabe recordar que el virus llegó al país con los argentinos que regresaban de las zonas de riesgo, como España, Italia y Estado Unidos, entre otros países.

En este contexto, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires encabeza la lista de distritos con mayores casos con 3.706, seguida por la provincia de Buenos Aires (2.668), Chaco (578) y Córdoba (398).

Según datos oficiales del Gobierno porteño, del total de casos registrados en la CABA, 1.201 fueron detectados en los barrios vulnerables, es decir, el 32 por ciento.

Y aquí surge la duda: Si se trata de un virus importado de Estados Unidos, Asia y Europa, a donde difícilmente hayan viajado personas de bajos recursos ¿Por qué está, como todas las problemáticas sociales, se ensaña con las clases bajas? ¿Se trata realmente de una selección natural o hay un plus de desidia por parte del Estado, responsable de garantizar igualdad de oportunidades a todos los ciudadanos?

Entonces, ya no sólo la edad y las patologías preexistentes son factores de riesgo del Covid-19, si no que a ellos hay que agregarle la pobreza, que implica la imposibilidad de garantizar la higiene, la dificultad para cumplir con el aislamiento por la necesidad de salir a buscar «el mango» y por el estado de hacinamiento en la que se vive en esa condición.

Entonces ya no sólo los mayores de 65 años y las personas con afecciones, como inmunodepresión o enfermedades crónicas cardíacas, pulmonares, renales, hepáticas, sanguíneas o metabólicas, pertenecen a los grupos de riesgo sino que los pobres también.

Ayer murió Ramona Medina, vecina de la Villa 31, quien hace unos quince días denunciaba públicamente al Gobierno de Horacio Rodríguez Larreta por abandonar el barrio en medio de la pandemia. La vocera de la organización La Garganta Poderosa hizo público su reclamo tras tener que vivir 12 días sin agua.

En el video, difundido a través de las redes sociales, Ramona planteaba: «Ocho días sin agua y nos piden que nos higienicemos, que nos lavemos las manos, que nos quedemos en casa», afirmaba y remarcaba que «no se puede vivir más en estas condiciones.

«Hay una pandemia que nos está consumiendo. Todos los días nuevos casos, nuevos vecinos, y nosotros seguimos sin agua, y este señor (por Diego Santilli, Vice Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires) se llena la boca en todos los canales diciendo que tenemos agua (…) Lo invito a mi casa a que se quede un día y vea el terror, el miedo, la desesperación de no tener agua, y el miedo a contagiarte este virus que es terrible«, reprochó entre lágrimas.

Finalmente, Ramona murió ayer a causa del coronavirus, tras permanecer internada en muy grave de estado de salud durante tres días.

Ramona vivía, junto a su familia, en la casa 79 de la manzana 35 en la Villa 31 y era insulinodependiente. El resto de su familia, incluida una de sus hijas quién además tiene una discapacidad, también se encuentra infectada de Covid-19.

Sus compañeros de La Garganta Poderosa la despidieron con un posteo titulado «Nos mataron a Ramona»:

Apretando los dientes, golpeando el teclado, aguantando la rabia y escupiendo lágrimas, nos toca escribir ahora esta mierda, para decirles todo eso que Ramona les dijo en tiempo pasado, todo eso que nos cansamos de gritar durante dos meses, todo eso que no quisieron escuchar, ni cuando postergaron 4 años la relocalización de su familia, ni cuando pedimos que registraran a los grupos de riesgo, ni cuando escondieron sus denuncias para cuidarse, ni cuando callaron por plata, ni cuando nos dejaron sin insumos en todas las postas de salud, ni cuando maquillaron la realidad con programas fantasmas, ni cuando jugaron a cubrirse las espaldas, ni cuando publicamos el primer contagio en la Villa 31, ni cuando demostramos que no habían aislado a tiempo a la primera fallecida, ni cuando denunciamos que no estaban asistiendo a los demás, ni cuando dejaron 12 días al barrio sin agua, ni cuando gritó desesperada que tenía 7 personas de riesgo viviendo hacinadas, ¡Ramona no se murió! A Ramona la mataron los dueños del silencio, los cómplices de la indiferencia, los mudos de la justicia, ¡la mataron! Y ahora quién carajo nos explica cómo seguir, cómo seguirá su familia íntegramente internada, cómo seguirán sus hijas Maia y Guada, en silla de ruedas, contagiada, con oxígeno, con discapacidad, sin hablar, totalmente dependiente, ¡ahora sin su mamá! Esto es un crimen.

Y no vamos a parar, ¡hasta que paguen todos los responsables!